No puedo dejar de asombrarme cada que leo a Ortega y Gasset. Como algunos de ustedes sabrán, el título de mi columna “México Invertebrado” es una barata adaptación de la extraordinaria y exquisita obra de Ortega y Gasset titulada “La España Invertebrada”, que es un “ensayo de ensayos” sobre la decadencia que vivían Europa y España a principios del siglo XX.
Como en otras ocasiones lo he hecho, me voy a permitir transcribir unas cuantas líneas de una sola página de esta obra, para después compartir algunas reflexiones con ustedes.
Escribe Ortega y Gasset “la queja del enfermo no es el nombre de su enfermedad. El cardiaco suele quejarse de todo su cuerpo menos de su víscera cordial. A lo mejor nos duele la cabeza, y lo que tienen que curarnos es el hígado”. “La esencia del particularismo es que cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte, y en consecuencia deja de compartir los sentimientos de los demás. No le importan las esperanzas o necesidades de los otros y no se solidarizará con ellos para auxiliarlos en su afán”. “En cambio, es característica de este estado social la hipersensibilidad para los propios males. Enojos o dificultades que en tiempos de cohesión son fácilmente soportados, parecen intolerables cuando el alma del grupo se ha desintegrado de la convivencia nacional”.
De la primer cita que habla sobre la diferencia entre la queja del enfermo y el origen de sus males, creo que hay mucho que reflexionar. La violencia y la decadencia política que vive nuestro país son síntomas superficiales de una enfermedad más grave. La verdadera enfermedad está en las entrañas de nuestra sociedad, en la corrupción enquistada en todas nuestras instituciones y en nuestras personas, así como en la falta de educación, civilidad y oportunidades.
Además, como decía mi profesor de Columbia, Jeffrey Sachs, sufrimos la “maldición de los recursos naturales”. Estábamos inundados de petróleo, de minerales, de materias primas, de litorales y de bosques, pero seguimos siendo un país pobre. Más claro o se puede: las explosiones de San Martín Texmelucan causadas por ordeñas ilegales a ductos de Pemex resumen nuestra triste historia de corrupción endémica y abundancia –en declive- de recursos naturales.
Sobre los particularismos que describe Ortega y Gasset, hay poco que agregar. Nuestra clase política cada vez se separa más de sus contrapartes y en lugar de buscar acuerdos y sumar voluntades, cada día se separan más los unos de los otros, haciendo un daño terrible al país. Los políticos no llegan a ningún acuerdo porque cualquier avance del país, es sinónimo de triunfo para el partido en el gobierno, así que llevan más de diez años negándonos los acuerdos más urgentes que requiere la Nación. Como lo he dicho antes: partidismo antes que patriotismo.
No creo que en estos momentos existan mejores palabras para describir lo que le pasa a gran parte de nuestros políticos y legisladores en México: “el alma del grupo se ha desintegrado de la convivencia nacional”. Nuestros políticos, los legisladores principalmente, viven en otro mundo, no viven en México y por eso no les importa el destino de los ciudadanos, no les interesan las personas a quienes deberían de servir, “no le importan las esperanzas o necesidades de los otros y no se solidarizará con ellos para auxiliarlos en su afán”.
La gran mayoría de los políticos del país viven para sus partidos y a ellos deben su lealtad, no a la Patria. Si éste último fuera el caso, se habrían aprobado ya decenas de reformas que tienen a millones de mexicanos estancados, sin esperanzas de educación, de empleo y de una vida digna. Hace un mes estuvo en Guanajuato Manlio Fabio Beltrones y presentó en corto una idea de reforma fiscal extraordinaria. Cuando se le preguntó por qué si era una idea tan buena no la llevaban a cabo, respondió que no todos en su partido pensaban igual, y eso que tienen mayoría en el Congreso. Ahora pongámoslos de acuerdo con otros partidos.
El 2011 será un año difícil para México. Con elecciones en varios estados y la antesala a las elecciones generales de 2012, se ve complicado que se avance en las reformas urgentes para el país, pues acordémonos que ningún partido le colgará una medalla a otro. Parece que tendremos dos años de parálisis en México y no sé cuánto tiempo más podamos seguir resistiendo. Claro que si todos tuviéramos sueldos de 120 mil pesos al mes como nuestros legisladores, a nadie le importaría su incompetencia.
Liga al artículo en Milenio: http://impreso.milenio.com/node/8888238
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