Recuerdo aquel 1º de Diciembre del año 2000. Estaba en Acapulco y me visitaban algunos amigos de España. La euforia reinaba por todas partes y, ante las visitas extranjeras, nos sentíamos orgullosos, como pavo reales. La democracia había triunfado y todos nos sentimos con Fox –al menos por unos meses- un poco como se sintieron los primeros años de Salinas: como si fuéramos rumbo al primer mundo.
Al pasar de los meses la euforia fue bajando. El “bono democrático” le permitía al nuevo gobierno hacer tarugadas y que se las perdonáramos, total, eran nuevos en eso de gobernar y en la lógica del momento, no nos podía ir más mal de lo que nos había ido con el PRI. Ingenuos. Incluso, cuando las cosas no comenzaban a caminar como debían, todos buscábamos alguna explicación, algún pretexto para justificar la torpeza del flamante gobierno. Y así se fueron 6 años y no pasó nada, que en un país como México y en un entorno internacional dinámico y agresivo, 6 años de parálisis son definitivamente un retroceso.
El 2006 fue un punto de quiebra en la vida de la Nación. Las heridas de la polarización que dividió al país en aquel año, aún no han cerrado y al contrario, siguen abiertas, expuestas.
Luego, cuando el PAN toma nuevamente el poder hace 4 años para comenzar lo que era su segunda oportunidad para demostrar que sí podía con el paquete de dirigir al país, volvió a nacer un poco de esperanza en algunos de nosotros, pero ahora con más recelo, prudencia y expectativas más bajas. Una elección tan cerrada no era un cheque en blanco para Calderón.
Ahora, a 10 años de la llegada del PAN al poder no veo por ninguna parte a un país mejor, más próspero. Pero dado el encono en el que ha vivido el país en ésta última década, parece que no habría habido mucha diferencia si el presidente hubiese sido Labastida o AMLO: los políticos de los otros partidos se hubieran encargado de parar en seco cualquier proyecto que significara un avance para el país y consecuentemente una estrellita para quien gobierna, sin importar que México se esté yendo por un precipicio.
Mi queja, mi reclamo, no es sólo al PAN, pues ellos han cavado su propia tumba y no veo cómo van a convencer –a convencernos- de votar por ellos en el 2012, cuando vemos dos “Panes” divididos y que no pueden ni siquiera ponerse de acuerdo en quién va a dirigir a su partido. Mi queja y mi llamado es a los políticos en general, a las personas que encabezan nuestros gobiernos y a los legisladores de todos los partidos, les pregunto: ¿cuánto tiempo más ha de perder México por sus vendettas personales? ¿No se han dado cuenta que sus rencillas partidistas han tenido el mismo efecto en el país que el que tiene la lucha entre Zetas y Cartel del Golfo en Tamaulipas? Han erosionado la confianza, han debilitado a la economía, las personas buscan irse del país y encontrar suerte en otros lados, no hay seguridad ni física ni jurídica, no hay estado de derecho y la divisa es la Ley del Talión. ¿Cuántos pobres más necesitan ver en el país para conmoverse, para sentir la necesidad de hacer algo? ¿Cuántos jóvenes más se unirán al crimen organizado porque ustedes no han generado las condiciones para ofrecerles oportunidades dignas de trabajo? ¿Cuántos lugares más necesita caer México en los índices de competitividad internacional y de respeto a los derechos humanos para que se den cuenta que su trabajo ha sido pobre y negligente? ¿Cuántos lugares más hemos de bajar en las pruebas internacionales de calidad en la educación? ¿Cuánto tiempo más hay que esperar para que cualquier ciudadano sea candidato a un puesto de elección sin pertenecer a ninguna de las mafias representadas por sus partidos? ¿Cuándo tendremos juicios orales y transparencia en nuestros tribunales y universidades públicas? ¿Cuándo, cuándo, cuándo?
Por si fuera poco y para acabar con cualquier esperanza de que las cosas le vayan mejor en lo que le queda en Los Pinos, el pasado domingo, envalentonado por el festejo de sus 4 años en el poder, el presidente Calderón se lanzó con todo contra el PRI restregándoles que ellos habían sembrado la semilla de la corrupción, de la pobreza y de todos los males que aquejan a la Nación en nuestros días. Hizo más grandes las heridas de las que hablaba unos párrafos arriba y se cerró cualquier opción de avances para su partido y para el país en el último tercio de su mandato. ¿No tiene un buen amigo el presidente que le aconseje mesura? Parece que no. Hoy en México esa palabra está fuera de uso. ¿Cuándo vamos a ver un discurso, pero sobretodo, hechos de reconciliación?
No sé que piensen Ustedes pero en mi opinión, en este año Bicentenario y Centenario no había mucho que celebrar, sino mucho trabajo pendiente por hacer. Lo que tampoco logro entender es en qué demonios estaban pensando los panistas cuando decidieron festejar sus 10 años en la presidencia. ¡Que se pongan a trabajar! Los festejos y los premios son para quienes han hecho bien su trabajo y el PAN, como el resto de los partidos y los políticos en general, claramente no lo ha hecho.
pesquera@gmail.com
De acuerdo. Estabamos mejor con mi General Don Porfirio.
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