Hoy los abrumaré de nuevo con el ya trillado tema de las elecciones del pasado 4 de Julio. Y es que el tema aún no deja de dar de qué hablar, tanto por sus implicaciones inmediatas como por lo que significan para el futuro del país y de los estados.
Quedó demostrado que en México tenemos una democracia mocha, pues como he venido comentando anteriormente, aunque el día de los comicios se pueden contar efectivamente los votos que consiguió cada partido, no hay regulación en las campañas que permita dar transparencia al origen de sus recursos. Aunque nadie se haya atrevido a denunciar y a mostrar evidencias duras para comprobarlo, es muy probable que el dinero de tus impuestos haya parado en alguna campaña en Veracruz, Puebla, Durango o Oaxaca, por mencionar algunos.
Tampoco hay mecanismos de rendición de cuentas que eviten que los virreyes, esto es los gobernadores, metan las manos en los comicios de sus estados y de otros más en diferentes partes de la República. Nuestras instituciones, en general, siguen siendo en promedio frágiles y proclives a la corrupción y salvo algunas ONG’s, periodistas, intelectuales y académicos que denuncian la falta de transparencia y de rendición de cuenta de nuestros gobernantes y de las instituciones que ellos manejan, en México todo mundo se sigue brincando las trancas a su antojo.
También se demostró que la bipolaridad partidista existe y funciona, y así vimos como pre-candidatos que fueron rechazados por su partido, fueron a tocar la puerta de al lado y fueron acogidos por la competencia no por sus ideales, doctrina y trayectoria sino por un acto de pragmatismo y utilitarismo puro con el que finalmente ganaron elecciones. Esto también es, en menor medida, una llamada de atención a los partidos, pues muestra que la gente comienza a votar por la persona, más que por la bandera del partido que lo cobija.
Pero en mi opinión, la luz al final del túnel se observa al ver que el poder aparentemente ilimitado que tienen los caciques-gobernadores en sus tierras -y en algunos casos más allá de ellas- no es eterno ni absoluto . Los casos de Oaxaca y Puebla, posiblemente dos de los estados cuyos gobernadores se disputaban el título al más corrupto, cayeron a pesar de los montones de billetes, del acoso, la intimidación y de los cacicazgos. El caso del gobernador de Guanajuato que se gastó una lanita –o lanota, eso nunca lo sabremos- apoyando al candidato azul en Veracruz y que tenía gente operando en Aguascalientes y Tlaxcala a favor del PAN, también mostró que como la tarjeta MasterCard, hay cosas que el dinero simplemente no puede comprar. Total, que a algunos gobers no les fue tan bien y otros como Fidel Herrera, siguen en “la plenitud del pinche poder”… que por cierto dejará en unos meses.
Aquí en Guanajuato las cosas se pondrán interesantes. Por un lado, hay precedente ya de que cientos de millones de pesos en campañas de candidatos malos ya no ganan elecciones necesariamente, y que candidatos buenos, pero con el partido equivocado tampoco llevan a la victoria. Si el gobernador se empeña en que Márquez sea el siguiente gobernador tendrá que gastar harta lana en las internas del partido para vencer al Dr. Córdova, quien seguramente no tiene la lana que el gober, pero que goza de una reputación intachable y del apoyo de algunos sectores del panismo estatal y federal. Si Márquez no despega en los siguientes meses, no nos sorprenda que el gober saque a un delfín, posiblemente de perfil empresarial, que refleje todo lo que él y su gente no han podido reflejar en el gobierno, y que aunado a chorros de billetes les permita ganar la interna y luego echarse un mano a mano con el PRI, que como dicen por ahí, parece que viene con todo.
El ajedrez está en la mesa y las posibilidades son muchas. El reto ahora es ver más allá de la siguiente jugada, y como los “grandmasters”, los jugadores necesitarán visualizar decenas de jugadas adelante de las de su oponente. Yo tengo la impresión, tal vez errónea, de que el ajedrez no es lo de esta administración. Nuevamente, el dinero no lo es todo.
pesquera@gmail.com
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