El más reciente número de la revista Foreign Affairs incluye un artículo escrito por Robert C. Bonner, quien fue director de la DEA de 1990 a 1993 y comisionado de Aduanas y Fronteras de Estados Unidos de 2001 a 2005. El artículo titulado “The New Cocaine Cowboys” (Los Nuevos Vaqueros de la Cocaína) hace una comparación de los casos de Colombia y México y de cómo a lo largo de una década se logró mitigar la violencia y la influencia de los cárteles de Medellín y Calí en todos los ámbitos de la vida de aquel país. La parte que más me llamó la atención es que de acuerdo a Bonner, igual que en Colombia, es factible ganar la guerra contra los grandes cárteles en México.
En referencia a los comentarios de funcionarios norteamericanos que dicen que México está a punto de convertirse en un estado fallido y que está en riesgo de un repentino y vertiginoso colapso, Bonner dice que la primera es una burda exageración y que la segunda es simplemente falsa. El 90% de los homicidios relacionados al narco en la presente administración han sido entre miembros del crimen organizado. El resto han sido soldados, policías, funcionarios y en menor número, gente inocente, transeúntes que quedaron atrapados en medio del fuego y víctimas de una bala perdida. Aunque la tasa de homicidios en el estado de Chihuahua es de 143 por cada cien mil habitantes (una de las más altas en países occidentales), sigue siendo sólo una tercera parte comparada con los 430 del Medellín de los 90’s en tiempos de Pablo Escobar. México como país tiene una tasa de 10 homicidios por cada cien mil habitantes, que es mucho más baja que los 25 de Brasil y los 48 de Venezuela.
Según Bonner, hay varias lecciones que México puede aprender de la estrategia Colombiana. Primero, asumir que los cárteles modernos tienen una estructura vertical multinacional y que vencerlos requiere esfuerzos domésticos y desde el exterior. Segundo, el objetivo de México debe ser claro: desmantelar a los cárteles, no distraerse en prevenir que las drogas crucen la frontera o que EU demande drogas. Sin duda seguirá habiendo producción y consumo de drogas, pero como ocurre en Colombia, los cárteles serían minimizados hasta el punto en el que no representan una amenaza para la seguridad nacional. Tercero, divide y vencerás: no se puede atacar a todos los cárteles al miso tiempo, hay que ir uno por uno. Cuarto, capturar a los jefes y mandos altos de los cárteles. Contrario a la creencia popular, no cualquiera puede dirigir un cártel con estructura corporativa y actividades transnacionales en nuestros días. Por eso, como sucedió en Colombia, es vital dirigir los esfuerzos hacia los líderes de los cárteles para poder desmantelarlos. Quinto, las instituciones del poder judicial y las policías tienen que ser reformadas. Sexto, los límites del uso de la fuerza militar deben de ser entendidos. Tanto en México como en Colombia, los primeros millones de dólares provenientes de EU se utilizaron en equipo militar, dando la falsa impresión de que se podía ganar esta guerra mediante el uso de la fuerza. Aunque el Ejército y la Policía Federal han peleado una guerra valiente, es importante reconocer el valor de la inteligencia, el entrenamiento, y profesionalización del poder judicial para limitar el marco de ilegalidad en el que operan los cárteles. Finalmente, extradiciones. Considerando que de momento en México los criminales pueden seguir operando desde la cárcel, el extraditarlos a EU definitivamente corta su capacidad de seguir delinquiendo.
También reconoce que Estados Unidos debe de realizar esfuerzos más contundentes para detener la demanda de drogas en su territorio y por aplicar la ley con determinación de su lado de la frontera. Bonner, así como otros políticos e intelectuales en Estados Unidos, temen que la siguiente administración federal, posiblemente no del PAN, haga de su lema de campaña el acabar con la violencia, volviendo a pactar con los cárteles, tal como recomendó Jorge Castañeda, haciendo un “acuerdo tácito” en el que los delincuentes actuarían con libertad, a cambio de reducir la violencia pública.
Les recomiendo que lean el artículo de Bonner. Desde mi personal punto de vista creo que estamos en un punto en el que no se puede dar marcha atrás a esta guerra y si la gente que asesora a Peña Nieto -o a quien vaya a ser nuestro próximo presidente- recomienda pactar con los delincuentes prometiendo paz, estarían renunciando a su deber y obligación de mantener el estado de derecho en el país y traicionando la lucha por la democracia que ha costado al país décadas y textualmente, sangre, sudor y lágrimas.
pesquera@gmail.com
En referencia a los comentarios de funcionarios norteamericanos que dicen que México está a punto de convertirse en un estado fallido y que está en riesgo de un repentino y vertiginoso colapso, Bonner dice que la primera es una burda exageración y que la segunda es simplemente falsa. El 90% de los homicidios relacionados al narco en la presente administración han sido entre miembros del crimen organizado. El resto han sido soldados, policías, funcionarios y en menor número, gente inocente, transeúntes que quedaron atrapados en medio del fuego y víctimas de una bala perdida. Aunque la tasa de homicidios en el estado de Chihuahua es de 143 por cada cien mil habitantes (una de las más altas en países occidentales), sigue siendo sólo una tercera parte comparada con los 430 del Medellín de los 90’s en tiempos de Pablo Escobar. México como país tiene una tasa de 10 homicidios por cada cien mil habitantes, que es mucho más baja que los 25 de Brasil y los 48 de Venezuela.
Según Bonner, hay varias lecciones que México puede aprender de la estrategia Colombiana. Primero, asumir que los cárteles modernos tienen una estructura vertical multinacional y que vencerlos requiere esfuerzos domésticos y desde el exterior. Segundo, el objetivo de México debe ser claro: desmantelar a los cárteles, no distraerse en prevenir que las drogas crucen la frontera o que EU demande drogas. Sin duda seguirá habiendo producción y consumo de drogas, pero como ocurre en Colombia, los cárteles serían minimizados hasta el punto en el que no representan una amenaza para la seguridad nacional. Tercero, divide y vencerás: no se puede atacar a todos los cárteles al miso tiempo, hay que ir uno por uno. Cuarto, capturar a los jefes y mandos altos de los cárteles. Contrario a la creencia popular, no cualquiera puede dirigir un cártel con estructura corporativa y actividades transnacionales en nuestros días. Por eso, como sucedió en Colombia, es vital dirigir los esfuerzos hacia los líderes de los cárteles para poder desmantelarlos. Quinto, las instituciones del poder judicial y las policías tienen que ser reformadas. Sexto, los límites del uso de la fuerza militar deben de ser entendidos. Tanto en México como en Colombia, los primeros millones de dólares provenientes de EU se utilizaron en equipo militar, dando la falsa impresión de que se podía ganar esta guerra mediante el uso de la fuerza. Aunque el Ejército y la Policía Federal han peleado una guerra valiente, es importante reconocer el valor de la inteligencia, el entrenamiento, y profesionalización del poder judicial para limitar el marco de ilegalidad en el que operan los cárteles. Finalmente, extradiciones. Considerando que de momento en México los criminales pueden seguir operando desde la cárcel, el extraditarlos a EU definitivamente corta su capacidad de seguir delinquiendo.
También reconoce que Estados Unidos debe de realizar esfuerzos más contundentes para detener la demanda de drogas en su territorio y por aplicar la ley con determinación de su lado de la frontera. Bonner, así como otros políticos e intelectuales en Estados Unidos, temen que la siguiente administración federal, posiblemente no del PAN, haga de su lema de campaña el acabar con la violencia, volviendo a pactar con los cárteles, tal como recomendó Jorge Castañeda, haciendo un “acuerdo tácito” en el que los delincuentes actuarían con libertad, a cambio de reducir la violencia pública.
Les recomiendo que lean el artículo de Bonner. Desde mi personal punto de vista creo que estamos en un punto en el que no se puede dar marcha atrás a esta guerra y si la gente que asesora a Peña Nieto -o a quien vaya a ser nuestro próximo presidente- recomienda pactar con los delincuentes prometiendo paz, estarían renunciando a su deber y obligación de mantener el estado de derecho en el país y traicionando la lucha por la democracia que ha costado al país décadas y textualmente, sangre, sudor y lágrimas.
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