T.E. Lawrence es mejor conocido por la interpretación que Peter O’Toole hizo de su persona en la película Lawrence de Arabia, sin embargo, poca gente conoce el trabajo de Lawrence y menos lo relaciona como uno de los primeros escritores, estudiosos y practicantes de la guerra limitada y conflictos de baja intensidad del siglo XX. Cuando en una ocasión se le preguntó a T.E. Lawrence sobre cómo derrocar a una guerrilla de insurgencia, él contestó que el proceso era similar a intentar comer sopa con un cuchillo: lento y desastroso.
Los ejemplos más estudiados de guerrillas de insurgencia y urbana, son el caso del conflicto entre árabes y turcos a principios del siglo pasado (en la que participó T.E. Lawrence), el de las fuerzas de Mao contra el poderoso Chiang Kai-shek, el del FNL de Argelia contra el Estado Francés, el de las fuerzas independentistas de Malaya (ahora Singapur) contra Gran Bretaña y el que libraron el Vietcong y actualmente pelean los talibanes en Afganistán y las tribus religiosas de Irak contra las fuerzas de Estados Unidos. Todos los anteriores son ejemplos de conflictos asimétricos, en los que un gran ejército se ve forzado a combatir a un enemigo menor en tamaño y recursos, pero no en eficacia.
Todos los estudios y bibliografía sobre los conflictos anteriores arrojan un común denominador: las guerrillas han ganado o van ganando. En el libro “Fiasco, la Aventura Militar de Estados Unidos en Irak” , Thomas Rick recuerda una anécdota sobre la firma de la paz en Vietnam en la que un altanero oficial del ejército americano le dice a un general del Vietcong “ustedes nunca nos pudieron vencer en el terreno de batalla” a lo que contestó el general vietnamita “eso tal vez sea cierto, pero también es irrelevante”.
La abrumadora evidencia empírica de cómo han perdido los grandes ejércitos contra grupos insurgentes, llevó en 2003 a un grupo de oficiales de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos a replantearse las estrategias utilizadas para combatirlos. La conclusión fue, palabras más, palabras menos, que los grandes ejércitos, sujetos a una idiosincrasia militar rígida, tienen poca flexibilidad y capacidad de adaptación y aprendizaje para enfrentar retos nuevos. En castellano esto quiere decir que el ejército estadounidense no ha entendido que en la actualidad, y aún con las amenazas de Corea del Norte, Irán y algún otro bravucón, Estados Unidos muy probablemente no se verá comprometido en el futuro en una guerra contra otro estado-nación, sino contra grupos terroristas, de guerrilla e insurgencia a lo largo y ancho del planeta y necesita aprender a combatirlos.
Uno de los líderes de este grupo de militares es el Teniente Coronel Isaiah Wilson III, miembro activo de la Armada de Estados Unidos y profesor de la Academia Militar de West Point y de la Universidad de Columbia, quien alertó en 2004 de los claros riesgos de “perder” las guerras en Irak y Afganistán por falta de planeación operacional, esto es, por falta de planes sobre cómo terminar la guerra contra los grupos tribales que quedarían sueltos después de derrotar a los talibanes y a Saddam.
Wilson habla de la incapacidad de los grandes ejércitos y en especial del de Estados Unidos, no para ganar guerras, sino para ganar la paz. Este grupo de militares lucha por cambiar las estrategias y tácticas militares actuales, por un nuevo enfoque que ellos llaman “la nueva guerra holística”, esto es, ver y pelear la guerra como un elemento complejo y total de 360 grados y no simplemente como la parte del enfrentamiento bélico en el que Estados Unidos invariablemente gana de manera abrumadora, pero que no garantiza estabilidad y paz al final de la acción militar.
En México tenemos un híbrido de narco-insurgencia, que presenta diferencias fundamentales a las guerrillas de insurgencia citadas al principio de este escrito siendo las más importantes que el crimen organizado no busca derrocar al gobierno -aunque sí ha conseguido tomar posiciones de gobierno en decenas de municipios y estados del país- y su motivo es puramente económico. Otra diferencia es que la asimetría del conflicto favorece al enemigo y no a las policías y Fuerzas Armadas del país. El crimen organizado cuenta con más dinero y armas sofisticadas que nuestros policías y soldados y definitivamente han puesto en entredicho el monopolio que el Estado Mexicano debería tener sobre el uso de la fuerza en el país.
La manera en que estamos librando esta batalla hace pensar que nuestros generales, empezando por el Primer Comandante de las Fuerzas Armadas, no han aprendido de ejércitos mucho más poderosos que el mexicano como el norteamericano, el británico y el francés, que han perdido las guerras de insurgencia –o conflictos de “baja intensidad”- que han peleado en los últimos 50 años.
Un nuevo enfoque de guerra holística para combatir al crimen organizado en México tendría que agregar al elemento bélico una reestructura de raíz de nuestro sistema judicial, penitenciario, de la formación de nuestras policías, de educación, desarrollo económico y combate al consumo de narcóticos en el país. Necesitamos ver la guerra como un todo. Esta estrategia de combate no se puede planear solamente desde Lomas de Sotelo. Corresponde a las Cámaras sentar las bases para que al mismo tiempo que aventamos y recibimos balas, se fortalezca la estructura del Estado Mexicano y se comience a cargar la balanza de nuestro lado y no del de los criminales.
Si no entendemos el conflicto de esta manera y no aprendemos de las experiencias –malas por cierto- de ejércitos con tradiciones e historial bélico superiores al nuestro, estamos condenados a seguir luchando esta guerra por décadas tal vez, sin estar ganando terreno significativo al enemigo. Estamos, literalmente, aprendiendo a comer sopa con un cuchillo.
*El título de este escrito es también el del libro “Learning How To Eat Soup With a Knife” de John Nagl y lo utilicé por considerarlo de extraordinaria aplicación para el tema que abordé.
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