Todo a media luz. Así vivimos en México, melancólicos como la mayoría de los tangos. Todo a medias, no acabamos nada. El ejemplo más indicativo de esta mediocridad nacional (aparte de los deportes, desde luego) es el Poder Legislativo. La única constante desde la llegada de la famosa pluralidad legislativa en 1997, es la mediocridad: todo hecho mal, a medias y a la carrera.
A estas alturas ya hemos visto de todo. Una reforma energética que proponía el PRI y que vetó el PAN. Luego la misma iniciativa presentada por el PAN, vetada por el PRI. Al final no se aprobó ninguna de las iniciativas como venían escritas y se aprobó un híbrido que no sirve para nada, pero fue, como le dicen, “la mejor reforma posible”. Y eso ha sucedido con todas las reformas, la laboral, la fiscal, la política, la de seguridad, y la que se nos ocurra. Hemos visto como reformas importantísimas para el país son escritas con cuidado y pulcritud por expertos sectoriales, para después llegar al Legislativo en donde serán leídas y discutidas por legisladores ignorantes y negligentes que las descuartizarán, editarán y aprobarán o rechazarán según les ordenen los líderes de sus partidos, no el interés de la Nación.
Y como aquí en México, no conocemos lo mejor de nada, porque “la mediocridad de lo posible” ha sido la divisa, como pueblo hemos aceptado vivir en un país que avanza al paso que las vendettas políticas de nuestros legisladores y sus partidos lo permiten.
Ahora que estamos terminando el periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión, vemos el mismo patrón de los últimos 15 años: todos los legisladores aprobando leyes al vapor tratando de justificar su inútil existencia. Aparte, todos los temas importantes, los que realmente tienen impacto en la vida de la Nación, son manejados en el Legislativo por unos 50 ó 60 Diputados y por unos 30 Senadores. El resto de los Legisladores, ya hemos visto, están tonteando con los iPads que les hemos pagado los contribuyentes con nuestros impuestos. Ahora hay que esperar a que salgan a justificarse diciendo que las fotos que los delatan “están sacadas de contexto”.
La política hecha por la partidocracia está llegando a sus límites y muy posiblemente a su fin. Los partidos en México se han conducido como el Secretario de Estado, John Foster Dulles, se refirió a su país diciendo que “Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses”. Creo que con las recientes alianzas entre PRD y PAN y las divisiones entre Senadores y Diputados Priístas, esta muy claro que en México los partidos no tienen principios, ni amigos ni valores, sólo tienen intereses.
Con el hartazgo generalizado de la población y el desgaste de la fórmula de hacer política exclusivamente mediante partidos, la famosa reforma política que permitiría la reelección de nuestros legisladores podría ser el inicio de un cambio radical en el balance de poder en el Legislativo. Los flamantes Diputados y Senadores que tendrían la opción de reelegirse en base a los resultados que entreguen a la ciudadanía –no a los cacicazgos de sus partidos- podrían comenzar a enterarse por primera vez de las necesidades de sus distritos y de qué reformas convienen y cuáles no a su gente.
Tal vez comenzaríamos a recibir alguna visita, ahora inimaginable, de nuestros Diputados y Senadores para alguna reunión tipo asamblea abierta (como los famosos “town hall meetings” que hacen los congresistas y senadores gringos con la gente de sus distritos) para intercambiar ideas y para que nos expliquen por qué si o por qué no apoyaron tal o cual iniciativa.
Queda ver si al final la reforma se aprueba. Yo tengo mis dudas. Los partidos tienen una franquicia invaluable, que es el monopolio legal sobre el acceso a la política y a todos sus puestos por la vía institucional. También manejan un montón de dinero que tú y yo les damos para que jueguen a la política y conduzcan los destinos del país. Sin incentivos reales para dejar voluntariamente esta millonaria e influyente franquicia, no veo que los partidos suelten los jugosos privilegios de que gozan para dejar que Juan Pérez se postule sin ellos y que piense por sí mismo y por su gente. Veremos en las siguientes semanas, en un periodo extraordinario de sesiones del Congreso, si se aprueba la reforma política íntegra, o nos salen con otra mafufada que llamarán “la mejor reforma posible”.
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