El miércoles 10 de Noviembre comenzó en Corea del Sur la reunión del G-20, o de las 20 economías más avanzadas del mundo. El presidente Calderón arribó con su equipo económico y, como es de esperar en cualquier foro internacional fuera de Centro, Sudamérica y el Caribe, el Presidente de México sólo será un espectador más. La atención estará centrada en Estados Unidos, China, Brasil, Alemania y parémosle de contar. Cada uno de estos países ejerce liderazgo en sus regiones: EUA en prácticamente todo el hemisferio occidental, Brasil en Latinoamérica, China en Asia y Alemania en Europa. Incluso Japón, una nación sólida, estará sentado en segunda fila en este debate.
Las razón fundamental de este pleito entre gigantes económicos es por la manipulación abierta a los tipos de cambio. Estados Unidos no puede hacer que su economía despegue con un yuan tan barato, y es que los Chinos han mantenido la paridad de su divisa respecto al dólar a un nivel tan bajo que sus exportaciones han inundado no sólo a EUA sino al resto del mundo.
Si los Chinos tienen una divisa barata, nuestros pesos, euros, reales, o dólares podrán comprar más mercancías de China que de otros socios comerciales o incluso de productores domésticos. Los mercados y los consumidores no sofisticados –que son la mayoría- no toman en cuenta consideraciones patrióticas, y optarán por adquirir bienes baratos sin importar su procedencia.
Estados Unidos y gran parte de la comunidad internacional buscarán en esta cumbre, sin éxito les puedo anticipar, que China devalúe su moneda para que nuestras plantas productivas y mercados domésticos puedan tener alguna ventaja competitiva frente a los productos chinos, esto es, que lo chino se vuelva más caro. Por otra parte, Alemania, Brasil y China culpan a Estados Unidos de tener una “adicción a la deuda”, y es que los gringos son el único país del mundo que no tiene reservas de divisas y cuando necesita dinero, lo imprime e inunda su mercado de dólares o coloca deuda en los mercados internacionales para hacerse de efectivo, incrementando su abultado déficit fiscal, esto es, gastando más de lo que cobra por impuestos.
Como dice el financiero Ignacio Ramírez, Estados Unidos está en medio de un peligroso juego creado por ellos mismos: mucho dinero en su mercado les puede generar inflación y con un desempleo tan alto y productividad tan baja, podrían encontrarse pronto en un escenario de estanflación, esto es, estancamiento económico con inflación. A ninguna economía, y menos a la mexicana, conviene que Estados Unidos siga cayendo en una espiral de desastres económicos que nos llevan a todos entre las patas, por eso los nervios de los brasileños, alemanes y de todos quienes les vendemos algo a los Estados Unidos.
Previo a la reunión de Seúl, ya hubo una andanada de golpes de retórica y de posicionamientos de todos los jugadores. China bajó el martes pasado la calificación de la deuda de Estados Unidos en un movimiento político más que económico, pues los mercados no respondieron -ni responderán- a la opinión de las calificadoras chinas sobre la deuda norteamericana y los chinos, por absurdo que parezca, son tenedores de la mayor cantidad de deuda americana en el planeta: algo así como 900 billones de dólares. Ellos mismos, en su absurda retórica, bajaron el valor de un activo propio.
Como alternativas al desencuentro económico internacional sobre las divisas, el Presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, sugiere que si no hay un acuerdo sobre el manejo de divisas en los mercados internacionales, consideremos como una opción volver al patrón oro. Por su parte, Timothy Geithner, Secretario del Tesoro de EUA sugirió que para balancear las disparidades entre naciones exportadoras, la exportación de excedentes productivos de un país no debería exceder el 4% de su PIB. Ambas propuestas ya han sido noqueadas por los secretarios de finanzas de prácticamente todos los G-20.
El problema es que el futuro inmediato de las economías del mundo depende de arreglos en hojas contables y de negociaciones entre 4 ó 5 actores internacionales, y no en productividad ni movilidad de factores. México, como el resto del mundo, cuelga de las decisiones que tomen una decena de personas.
Por lo pronto, nuestros legisladores y gobernantes ya tienen ahora a un nuevo chivito expiatorio quién echarle la culpa de su ineptitud: a las finanzas internacionales.
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