Pues se ha puesto interesante el debate sobre la despenalización de las drogas en México. Sin duda los actores más importantes en los últimos días han sido el Presidente calderón y el ex-Presidente Fox. Calderón se opone, pues argumenta que el número de adictos incrementará con esta medida y Fox dice que la violencia disminuirá y que la regulación permitiría incluso gravar el consumo de estupefacientes como se hace con el alcohol y el tabaco.
Vamos por partes. La despenalización de la mariguana en casi una veintena de estados de la Unión Americana por razones médicas es una tomada de pelo y es una pantalla legal para usarla con fines recreacionales. Aunque la mariguana ha probado ser un analgésico efectivo y reducir los síntomas de algunos padecimientos, la mariguana medicinal no existe simple y sencillamente porque cada planta tiene niveles diferentes de tetrahidrocannabinol (THC) y de otros cannabinoides y los médicos simple y sencillamente no pueden recetar un “medicamento” del que desconocen su contenido y concentración. Sin embargo, algunos galenos en Estados Unidos apoyan la despenalización de la mariguana para uso recreacional –que es más del 90% de quienes la usan- para acabar de una vez por todas con esta farsa que es la venta de cannabis para uso medicinal.
Desde mi punto de vista, la despenalización de las drogas en México no acabaría con la violencia en las calles entre cárteles, pues aunque el mercado local estaría regulado, los cárteles en su gran mayoría seguirían luchando por las rutas para llevar la mariguana y otras drogas a Estados Unidos. Esta lucha muy previsiblemente seguirá si no disminuye la demanda en el norte. Una oportunidad para que esto ocurra se dará el próximo Noviembre si es que se aprueba la Propuesta 19 en California que permitiría la siembra, venta y gravamen de la mariguana en su territorio.
Sobre regresar al Ejército a sus cuarteles, tampoco estoy muy seguro de que dé resultado. En un país en el que los policías municipales ganan como promedio 4 mil pesos y no tienen entrenamiento y mucho menos un código de honor como el que tienen las Fuerzas Armadas, esta medida dejaría en el corto plazo las calles libres a los delincuentes. Que se está desprestigiando el Ejército con esta lucha y que han ocurrido abusos a los derechos humanos, si. Pero en el más estricto sentido de la cultura militar, este es un daño colateral que las Fuerzas Armadas deben asumir por el bienestar de la Nación. Ni modo que los saquemos de las calles porque se “están quemando” con la ciudadanía. Entendámoslo: el Ejército era la última carta que teníamos para jugar en esta lucha. Ahora es el momento de ampliar la estrategia en el ámbito legal y financiero para pegar a donde más duele a la delincuencia: el dinero. En resumen, ahora estamos pagando años de letargo y de inacción en la institucionalización y profesionalización de nuestras policías.
Aunque Vicente dice que él no apoyó la medida que ahora propone porque en su administración no había la emergencia que ahora hay, habrá que preguntarle por qué él no pateó el pesebre de las víboras como lo hizo Calderón, que por ingenuidad o valentía (nunca lo sabremos), tomó al toro por los cuernos.
Fox está ahora en una posición muy cómoda para proponer cosas que siendo Presidente no podía decir ni en sus más salvajes sueños. La realidad es que él sabe que como Presidente no se puede hacer una propuesta como la que ahora hace sin el visto bueno de Washington. También debe saber que para que Washington abra la puerta a este debate se tienen que alinear los astros y las galaxias y, más importante aún, que no haya año electoral en EU cuando se quiera debatir el tema.
Este round Fox-Calderón aún no termina y en mi opinión, el tema central de este debate mediático no es la legalización de las drogas, sino el posicionamiento de grupos antagónicos al interior del PAN con miras al 2012. Fox tiene la ventaja de estar sentado en el primer tendido, donde se puede parar por un refresco y gritar lo que quiera en el minuto que quiera. Calderón es el primero de los forcados y parece que no tiene tiempo de voltear a ver quién le está gritando.
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