En lo personal, no me sorprende que se estén vendiendo en Tepito, y en decenas de negocios establecidos, bases de datos con nuestros datos personales: RFC’s, CURP’s, datos del IFE con nuestra foto y domicilio, en resumen, nuestra identidad.
Este tipo de corrupción no es privativa de los mexicanos. En el 2008 unos hackers robaron una base de datos con 40 millones números de tarjetas de crédito en Estados Unidos. Las investigaciones más adelante llevaron a concluir que algunos empleados de las compañías de crédito habían estado involucrados en el fraude.
La gran diferencia es que estos fraudes en Estados Unidos están acotado por numerosos candados y por un sistema legal que finalmente protegen al ciudadano. Para empezar, los seguros de las tarjetas de crédito sí funcionan, así que si te “meten un gol” en tu tarjeta, en unos pocos días podrás ver tu saldo normalizado. Sobretodo, el robo de datos personales en Estados Unidos, atenta contra el patrimonio de las personas, no contra sus vidas.
En México estamos desamparados. Primero, los fraudes bancarios cometidos por hackers o empleados en perjuicio de los clientes no favorecen a éstos últimos. A un amigo mío a quien vaciaron todas sus cuentas bancarias -chequera, ahorros, inversión y tarjetas de crédito, todo en el mismo minuto y segundo- hace tres o cuatro años lo primero que le dijeron en el banco fue que él era el primer sospechoso del fraude. No conozco ningún sistema bancario que permita efectuar retiros al mismo minuto y segundo de 5 cuentas de diferente tipo y no indicar a dónde fue el dinero. El robo lo hizo alguien adentro del banco. Después de un año, de juicios y pleitos, recuperó su dinero, pero no los gastos involucrados en el litigio, incluidas decenas de horas de trabajo y su nombre en el buró de crédito.
El robo de datos bancarios puede ser en este país el menos malo de los escenarios de robo de datos personales. En un país en donde el sistema legal y de impartición de justicia otorga incentivos al crimen y la delincuencia para actuar al margen de la ley, es aterrador imaginar que literalmente cualquier persona con no mucho dinero pueda tener acceso a nuestro domicilio, fotografía, teléfonos, placas, modelo y detalle de nuestros coches.
Es un exquisito menú para la delincuencia y lo peor del asunto es saber que si las policías tienen esos datos también, no sólo no nos sentimos más tranquilos sino que ahora tenemos más motivos para dormir con un ojo abierto. La circulación de esas bases de datos es en México un riesgo no sólo patrimonial, sino para las vidas de las personas.
En Estados Unidos hay tanto temor y desconfianza de que la información de las personas y sus identidades sean mal usadas que no hay un documento de identidad nacional único. Las licencias de conducir que cada estado emite, son la mejor forma de identificación que hay para los ciudadanos y residentes de ése país. Las iniciativas para emitir una identificación federal única siempre han fracasado en el Congreso.
Los gringos, que tienen sistemas mucho más avanzados y fiables que nosotros, con instituciones que efectivamente persiguen y castigan a los culpables y con un sistema en general menos propenso a la corrupción que el nuestro, temen que los datos de una posible base de datos nacional de identidad sea mal utilizada por políticos, por el FBI, por otras agencias de gobierno y en última instancia por delincuentes.
Aquí en nuestro querido México las cosas simplemente no funcionan y no podemos confiar en nadie, ni en quienes nos gobiernan ni en quienes están a cargo de las instituciones que deberían salvaguardar nuestra integridad. Y ya veremos cómo a pesar del escándalo y del oprobio, no habrá nadie despedido, nadie renunciando y mucho menos alguien pisando la cárcel.
Este tipo de corrupción no es privativa de los mexicanos. En el 2008 unos hackers robaron una base de datos con 40 millones números de tarjetas de crédito en Estados Unidos. Las investigaciones más adelante llevaron a concluir que algunos empleados de las compañías de crédito habían estado involucrados en el fraude.
La gran diferencia es que estos fraudes en Estados Unidos están acotado por numerosos candados y por un sistema legal que finalmente protegen al ciudadano. Para empezar, los seguros de las tarjetas de crédito sí funcionan, así que si te “meten un gol” en tu tarjeta, en unos pocos días podrás ver tu saldo normalizado. Sobretodo, el robo de datos personales en Estados Unidos, atenta contra el patrimonio de las personas, no contra sus vidas.
En México estamos desamparados. Primero, los fraudes bancarios cometidos por hackers o empleados en perjuicio de los clientes no favorecen a éstos últimos. A un amigo mío a quien vaciaron todas sus cuentas bancarias -chequera, ahorros, inversión y tarjetas de crédito, todo en el mismo minuto y segundo- hace tres o cuatro años lo primero que le dijeron en el banco fue que él era el primer sospechoso del fraude. No conozco ningún sistema bancario que permita efectuar retiros al mismo minuto y segundo de 5 cuentas de diferente tipo y no indicar a dónde fue el dinero. El robo lo hizo alguien adentro del banco. Después de un año, de juicios y pleitos, recuperó su dinero, pero no los gastos involucrados en el litigio, incluidas decenas de horas de trabajo y su nombre en el buró de crédito.
El robo de datos bancarios puede ser en este país el menos malo de los escenarios de robo de datos personales. En un país en donde el sistema legal y de impartición de justicia otorga incentivos al crimen y la delincuencia para actuar al margen de la ley, es aterrador imaginar que literalmente cualquier persona con no mucho dinero pueda tener acceso a nuestro domicilio, fotografía, teléfonos, placas, modelo y detalle de nuestros coches.
Es un exquisito menú para la delincuencia y lo peor del asunto es saber que si las policías tienen esos datos también, no sólo no nos sentimos más tranquilos sino que ahora tenemos más motivos para dormir con un ojo abierto. La circulación de esas bases de datos es en México un riesgo no sólo patrimonial, sino para las vidas de las personas.
En Estados Unidos hay tanto temor y desconfianza de que la información de las personas y sus identidades sean mal usadas que no hay un documento de identidad nacional único. Las licencias de conducir que cada estado emite, son la mejor forma de identificación que hay para los ciudadanos y residentes de ése país. Las iniciativas para emitir una identificación federal única siempre han fracasado en el Congreso.
Los gringos, que tienen sistemas mucho más avanzados y fiables que nosotros, con instituciones que efectivamente persiguen y castigan a los culpables y con un sistema en general menos propenso a la corrupción que el nuestro, temen que los datos de una posible base de datos nacional de identidad sea mal utilizada por políticos, por el FBI, por otras agencias de gobierno y en última instancia por delincuentes.
Aquí en nuestro querido México las cosas simplemente no funcionan y no podemos confiar en nadie, ni en quienes nos gobiernan ni en quienes están a cargo de las instituciones que deberían salvaguardar nuestra integridad. Y ya veremos cómo a pesar del escándalo y del oprobio, no habrá nadie despedido, nadie renunciando y mucho menos alguien pisando la cárcel.
pesquera@gmail.com
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