El Profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad de Columbia, Tim Wu, ha escrito en los últimos años una serie de atrevidos ensayos sobre el futuro del Internet en Estados Unidos. El debate gira sobre la regulación del Internet y sobre un tema del que en México casi nadie habla: la inminente escasez de “ancho de banda” disponible para los siguientes años.
Técnicamente, el término “ancho de banda” es definido como la capacidad para mover información a través de un canal. A mayor cantidad de información que deseamos mover por ese canal, mayor tamaño de ancho de banda requerimos. Por ejemplo, ver YouTube en un iPhone, requiere más ancho de banda que una llamada o recibir un correo electrónico, pues se está intercambiando más información entre nuestro celular y el servidor que nos provee el video. Coloquialmente, el video “es más pesado” que una llamada.
El problema es que la sed de la gente por ancho de banda excede la capacidad de los proveedores para entregar canales con el tamaño suficiente para soportar el tráfico de datos solicitado. La industria, por una parte, nos ofrece teléfonos celulares con múltiples capacidades: telefonía, Internet, mensajes instantáneos y walkie-takie, y en nuestras casas y oficinas también demandamos más velocidad en nuestra conexión de Internet para ver vídeos y bajar documentos y aplicaciones en segundos.
La industria está alcanzando su límite de oferta de ancho de banda, es por eso que cada vez son más frecuentes los colapsos de la red, esto es, saturación de ancho de banda pues el canal ya no puede intercambiar más información de la que los usuarios solicitamos. Las consecuencias son ya conocidas por todos: llamadas caídas, descargas interrumpidas y videos que se congelan. Es lo mismo que pasa con nuestras calles cuando circulan más coches de los que caben en ellas, hay un embotellamiento.
La diferencia es que los gobiernos tienen que construir vialidades para que los coches circulen, y con el ancho de banda son las mismas compañías de telecomunicaciones las encargadas de invertir para proveer esos servicios a los usuarios. Y es aquí donde comienza el dilema: si no invierten en incrementar el ancho de banda, la gente se quejará del servicio y cambiará de compañías continuamente. Por otra parte, si ofrecen un ancho de banda gigantesco, la gente dejará de contratarles otros de sus servicios como telefonía fija y cable, pues el Internet en la computadora y en el celular les cubriría esa necesidad.
El problema se torna ahora en un asunto de economía en su más simple expresión: oferta y demanda. Si hay oferta en exceso de ancho de banda, los precios caerán y las compañías de telefonía y cable no podrán recuperar su inversión. Si hay escasez, habrá problemas de saturación y continuidad en las líneas que usamos.
Hay incentivos y una gran tentación por parte de las empresas proveedoras de telefonía celular e Internet para aprovecharse de esta “sequía de ancho de banda”, pues pronto se verán paquetes que ofrecerán “cero caídas de la red” a un sobreprecio.
Pero la poderosísima Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) de Estados Unidos ha descubierto que la especulación en la oferta de ancho de banda puede tener los mismos efectos negativos en la economía como la crisis del petróleo de la OPEP de los 70’s, sobretodo en tiempos donde nuestras vidas dependen del ancho de banda: teléfonos inteligentes, YouTube, banca por Internet, video-conferencias en la oficina, en fin, todo “online”.
La FCC no permitirá que las compañías de telecomunicaciones en EUA dejen de proveer ancho de banda y si es necesario intervendrá en el mercado al más puro estilo Keynesiano.
En México Carlos Slim nos tiene en la edad de piedra del Internet y el Gobierno no puede contra él. Yo pregunto: y aquí, ¿quién podrá ayudarnos? La “Cofetelmex” seguramente no.
pesquera@gmail.com
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