El pasado domingo el New York Times publicó un artículo que trataba sobre la popularidad de los “narcocorridos” en Méxco y en Estados Unidos y sobre los esfuerzos del gobierno Mexicano por censurarlos. El artículo, detalla cómo el negocio crece boyante en Estados Unidos, en donde no hay censura por parte de las autoridades y medios.
Creo que el término “narcocorrido”, tiene el dudoso privilegio de ser el primero en usar el nefasto prefijo para explicar que la canción que nos proponemos escuchar o describir habla sobre la vida o hazañas de algún traficante de drogas. Pero al leer los periódicos de México y escuchar las noticias en radio o por la televisión, me encuentro con un montón de términos que los medios se han sacado de la manga para simplificar, etiquetar o bien para escandalizar sobre alguna persona, evento u objeto relacionado al tráfico de drogas: narcomantas, narcofiesta, narcojunior, narcomensaje, narcosecuestro, narcoabogado, narcoenfin.
Tengo que confesar que auque no estudié literatura ni soy un profesional de las letras, disfruto de leer documentos y libros bien escritos, así como de participar en una buena plática o escuchar una presentación con gente que habla bien el español.
Ahora me pregunto, ¿es necesario etiquetar toda noticia relacionada al narcotráfico con el prefijo “narco”? ¿No podrían los periódicos simplemente reportar “Narcotraficantes colgaron mantas con amenzas en el puente Fulanito”, en lugar de decir que “se encontró una narcomanta en el puente Fulanito”?¿Podrían los conductores y reporteros de Televisa, TV Azteca, Radiofórmua, Imagen, Radiocentro y otras empresas decir “En una fiesta de narcotraficantes, Ramón Ayala estaba cantando”, en lugar de “Ramón Ayala cantaba en una narcofiesta”?
Pues si se trata de destruir el idioma en atención a la brevedad y al amarillismo, yo quiero también proponer un prefijo para hablar de los políticos. Como el término con el que más frecuentemente se les asocia –a la mayoría por lo menos- es corrupción, he aquí una lista de sinónimos del término: deshonestidad, soborno, cohecho, compra ilícita, descomposición, putrefacción, podredumbre, peste, corruptela, depravación, perversión, vicio, prostitución, envilecimiento.
Después de haber recortado las primeras dos sílabas de algunas de estas palabras y de haber probado que fueran fonéticamente atractivas y pegajosas, he decidido que mi prefijo para describir breve y concisamente las actividades en las que están involucrados los políticos será “Putre”. De hecho, acabo de configurar Word para que de ahora en adelante no me la marque como falta de ortografía.
Propongo que los medios masivos que se han empeñado exitosamente en degradar y envilecer nuestro idioma como hasta ahora lo han hecho, acojan mi término y lo popularicen para describir las cosas, eventos y a las personas dedicadas a la política.
Por qué no hablar de la putre-reunión que tuvieron César Nava y Beatriz Paredes, sobre la putre-manifestación convocada por el Peje, sobre los putre-aguinaldos que se dan los diputados, sobre los putre-litigios del Jefe Diego, qué tal el nuevo putre-libro de Carlos Salinas.
El mensaje creo que es claro: o nos proponemos a hablar y a escribir bien y a llamar a las cosas por su nombre (aunque a veces sea más largo), o seguiremos por inacción apoyando a esta vulgar corriente mediática que ha viciado y rebajado a nuestro idioma con términos inventados que son cómodos, llamativos y amarillistas.
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