La reciente visita de un grupo de funcionarios de altísimo nivel del Gobierno de Estados Unidos a México es sin duda una muestra clara de que la guerra contra el crimen organizado en México se ha convertido en prioridad para nuestros vecinos del Norte. La comitiva integrada estrictamente por pesos pesados y encabezada por la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, incluyó al Secretario de la Defensa, Robert Gates, a la Secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, al Presidente Consejero de los “Joint Chiefs of Staff”, Mike Mullen y al Director de Inteligencia Nacional, Dennis Blair. Como en el cubilete, quintilla de ases.
Todos los periódicos influyentes de Estados Unidos comentaron sobre la visita de sus funcionarios a México. El resumen de las notas es el siguiente: se cambia el enfoque del apoyo de Estados Unidos a México. Los fondos de la Iniciativa Mérida para el siguiente año ya no contemplan la compra de equipo militar, sino apoyo a programas sociales y a fortalecer a las instituciones que imparten justicia en México. Decía el Wall Street Journal “armas y mantequilla”.
Tiene sentido un replanteamiento del enfoque de la estrategia, pues aunque se han invertido miles de millones de dólares en equipo y tecnología, no se ve que estemos ganando la guerra. Yo personalmente aplaudo la decisión –tardía- de dirigir recursos que mejoren la calidad de vida de las personas y que con esto, sus opciones para el futuro sean mejores que las que les otorga el crimen.
Desde luego que hay un grupo de gente con maldad y con ambición irracional en toda organización criminal en México. Pero a diferencia de los criminales de otros países avanzados, que actúan la mayoría de las veces motivados por malicia o por trastornos de algún otro tipo, yo me atrevo a decir que un porcentaje elevadísimo de los jóvenes que se involucran con un cártel en México lo hacen por la falta de oportunidades que el país les ofrece. Estos es, por ser pobres, muy pobres o lo que le sigue.
Todas las fotos y videos que he visto de los delincuentes que captura la Policía Federal o el Ejército –excepto por un par de los parientes de los jefes o de los jefes mismos- muestran a gente muy pobre. Y parece que la decisión para unirse a un cártel o pandilla de secuestro –aunque desesperada- es racional: si la última opción para llevar tortillas a su casa es tomar una pistola –en el menos malo de los casos- muchos jóvenes dicen ¿en dónde firmo?
Y ya adentro el asunto no es comprar tortillas, sino una troca y más cosas que su pobreza anterior no les permitía. Y ahí ya los perdimos para siempre, pues si son capturados y encarcelados (no reformados) no hay trabajo honesto en el país que les pueda proveer con su poca o nula educación un ingreso como el que el crimen les ofrecía. Un problema para la sociedad Mexicana y una ventaja para el crimen organizado, es que hay una oferta prácticamente ilimitada de mano de obra con esas características.
Aunque comencemos ahora con estos programas que seguramente mejoraran las expectativas de vida de muchas personas y evitarán que se involucren en el crimen en el futuro, hoy tenemos una generación perdida, una generación de jóvenes que están el los límites de la supervivencia y que no pueden esperar dos, tres o cinco años a ver los beneficios de la Iniciativa Mérida. También tenemos una generación de servidores públicos pérdida: no hay una sola policía municipal en el país que no haya sido infiltrada en mayor o menor medida por el crimen, y reemplazar a estos cuerpos policiacos, militares y políticos corrompidos, tomará otra generación por lo menos. Aplaudo la valentía del Gobierno Mexicano y el apoyo del de Estados Unidos pero tristemente fue, para no variar, muy poco y muy tarde.
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