jueves, 26 de noviembre de 2009

¿Y dónde quedó el sentido del humor?


Tenía razón Octavio Paz cuando decía que los Mexicanos tenemos un sentido del humor único, ¿qué otro pueblo en el mundo se mofa de la muerte? Ninguno, excepto nosotros. Lo curioso de las últimas semanas es que mientras los de a pie seguimos inventándonos chistes para aligerar las tragedias de la vida cotidiana, los políticos están irritables y molestos porque un puñado de extranjeros han venido a decirnos nuestras verdades a domicilio.


Primero viene a México un príncipe de Europa, de los de verdad, no como Montiel o nuestros legisladores, y nos dice en nuestra cara que camarón que se duerme, se lo lleva la chingada. A mí no me ofendió la palabrota del príncipe Guillermo Alejandro, sino lo atinado del famoso dicho, corregido y aumentado. Y no habían pasado cinco minutos de la broma cuando ya estaban los diputados especulando sobre quién lo había mandado y qué agenda traía el principito.


A los legisladores hay que explicarles que el príncipe venía a hacer negocios a México, negocios grandes, como los que ellos y sus partidos hacen, y como los que los mexicanos queremos hacer y ellos no nos dejan. Estarán pensando los grillos mayores: “cómo se le ocurre al güerito holandés venir a despertar a los Mexicanos que están dormiditos con los somníferos que les hemos dado”. Yo creo que ya hay mucha gente despertando –algunos de mal humor por cierto- y quién sabe dónde acabe esto.


Luego, viene Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía y nos dice en nuestra jeta que hemos hecho mal las cosas y que México no sólo está en lo más profundo del hoyo, sino que seguimos cavando. Tómenla, o mejor dicho, tomémosla. Y también, no pasaron tres minutos para que el títular de Hacienda, Agustín Cartstens, el de Sedesol, Ernesto Cordero, el senador Gustavo Madero y ahora el mismísimo Paco Gil salieran a hacerla de tos. Ahora resulta que Jospeh Stiglizt, según Cordero y Gil, está equivocado y necesita leer y estudiar más. Ése es un buen chiste. Me extraña que Cordero y Gil, siendo economistas y políticos de grandes ligas, se pongan de modo tan fácil, con una respuesta tan visceral que puede refutarles un estudiante de economía de primer semestre.


Y para terminar la semana de calamidades, Fitch Ratings bajó la calificación de la deuda soberana del país de BBB+ a BBB. Este hecho no necesita explicación: cuando las calificaciones bajan, es porque ha bajado el desempeño, y en poquísimas palabras, ahora somos un país menos seguro para invertir. Punto.


Pero el ánimo violento y atrabancado de nuestros políticos no es más que una muestra de la decadencia en la se encuentra la política en nuestro país. Y todo esto es también el reflejo del ánimo del Presidente: él está de malas, y todos los de debajo de él están nerviosos y malhumorados también. Yo le diría al Presidente que aún con todos los problemas en los que está metido, necesita reorganizar sus ideas y relajarse un poco también. Hay demasiada tensión por todas partes y cambiar la actitud ayudaría mucho. Ésa voluntad de adaptarse y sobreponerse a los problemas y a las crisis fue la que hizo de Bill Clinton uno de los mejores presidentes en la historia moderna de Estados Unidos: ante las peores adversidades, él mostraba una inquebrantable fortaleza para sobreponerse a ellas. Esto se dice pronto pero no es fácil, pues los retos que enfrentamos son complicadísimos. Pero el gesto de ayer del Presidente Calderón de corregir el rumbo del país y tomar el reto de la pobreza como el principal proyecto de lo que queda de su gobierno, es un buen comienzo para que su administración tenga un buen final. Apoyémoslo ahora pues, con limitadas excepciones, a nadie conviene que al Presidente le vaya mal.


pesquera@gmail.com

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