En México siempre ha habido un gran desconecte entre lo macro y lo micro. Por ejemplo, en años recientes las variables fundamentales de la economía marchan de manera ejemplar, y somos sin duda alguna, la envidia de medio continente Europeo. Sin embargo, la realidad micro es diferente, pues con 40 millones de pobres no podemos decir que los beneficios de la gran política macroeconómica de México se han visto reflejados en los bolsillos de los mexicanos.
Me parece que en el tema de seguridad estamos marchando en la misma dirección de la economía: hacia la búsqueda de una estrategia macro con la creación del Mando Único que daría números alegres, pero con grandes distorsiones y fallas en lo micro; permítanme explicarme. La estrategia de tener a las Fuerzas Armadas y a la Policía Federal patrullando vastas extensiones del territorio nacional, responde al fracaso de la parte micro del espectro de seguridad, pues un gran número de los 2,500 municipios del país son incapaces de imponer el orden y controlar sus territorios. En parte, el fracaso radica en la debilidad de la estructura legal de los municipios, y para demostrarlo ahí está Monterrey, que aunque es un municipio grande y rico, es frágil y vulnerable al mismo tiempo, pues no cuenta con los pilares legales, y en consecuencia económicos y operativos, para hacer más eficaz el combate al crimen.
Me remito a citar un solo ejemplo –de entre decenas que hay- de las limitaciones legales que atan de manos a los municipios para combatir al crimen. La inmensa mayoría de las policías municipales del país tienen, entre muchas otras, dos funciones primordiales: la preventiva y la reactiva. Preventiva porque sus planes y programas están encaminados a ser un disuasivo del delito. La sola presencia de un cuerpo de policía bien armado y equipado, haciendo rondines en su territorio, frena la comisión de muchos delitos menores. La disminución de esos delitos, evita que quienes los cometen suban un peldaño en la escalera de la criminalidad, perpetrando delitos mayores. Es reactiva también, porque cuando se ha cometido o se está cometiendo un delito, las policías municipales tienen facultades para ir tras los delincuentes o intervenir en medio de la comisión del delito. Pero si la parte reactiva falla, esto es, no se atrapa a los delincuentes inmediatamente después del delito o durante éste, la policía municipal se tiene que hacer a un lado a esperar que las victimas hagan una denuncia al Ministerio Público, para que se le asigne la investigación a la policía ministerial.
Al carecer las policías municipales de facultades investigativas, incluida la contratación de informantes, se genera un vacío enorme en su habilidad y capacidad para atacar al crimen y para dar seguimiento a casos que ellos mismos podrían resolver. La policía de Nueva York, por citar un ejemplo, tiene en cada una de sus comandancias a agentes cuya responsabilidad es, aparte de las tareas de todo policía, investigar casos de su jurisdicción, conocer a la gente que vive en su sector y ganarse la confianza de los vecinos. Ésos agentes tienen facultades para contratar al dueño de una cafetería o bar, o al vendedor de periódicos de una esquina, para que les informen qué está pasando en el barrio. Ésa información es inteligencia, más específicamente “humint” (human intelligence por sus siglas en inglés) que es la recolección de información por medio del contacto personal de los agentes con sus fuentes.
Lo más cercano a un informante en México es lo que se conoce como “madrina”. Sobra decir que al no existir la figura legal del informante o de la madrina, sus actividades y los pagos que reciben son ilegales, pues provienen de recursos fuera del presupuesto.
En mi opinión, la estructura fundamental de seguridad de los municipios no se va a ver fortalecida por la llegada de la macro estrategia de la Policía o Mando Único. Sin duda sería un paliativo para la coyuntura de extrema violencia que viven algunos municipios del país, sobretodo los más pequeños, que piden a gritos que alguien –quien sea- vaya a rescatarlos de la barbarie que viven.
La gran revolución a la seguridad en México se dará cuando se dote de instrumentos legales a los municipios que, entre otras herramientas, les den facultades investigativas limitadas a sus corporaciones y que les permitan profesionalizar a sus policías. Significaría un avance sólido, desde abajo hacia arriba, de lo micro a lo macro.
Los recursos del Subsidio para la Seguridad Pública Municipal (Subsemun) y del Fondo de Aportaciones para la Seguridad Pública (FASP) han colaborado a la mejora y equipamiento de algunas corporaciones policiacas del país. Pero el poder del dinero en este tema tiene sus limitaciones, pues si ambos programas logran con éxito capacitar, equipar y construir mejores instalaciones para las tareas de seguridad pública, pero no se les dota de nuevas facultades legales para su operación, nuestras policías municipales seguirán cojeando de un pie.
La “gran estrategia” nacional de combate al crimen tendría que partir no de una Policía Única (macro), sino del fortalecimiento de las policías municipales y de una reforma al sistema judicial que dé transparencia a la impartición de justicia en México. Sería comenzar por los cimientos, para después construir encima de ellos, con las particularidades que cada municipio tiene, pues aunque el Mando Único lo manejarían los gobiernos estatales (otro asunto que habría que analizar con cuidado), está claro que lo que necesita San Felipe, no es lo mismo que necesita Silao, ni lo que necesita Moroleón, y así en todos los estados. Aquí no hay “one size fits all” (una talla le queda a todos) y cada municipio necesita recursos y herramientas diferentes para combatir al crimen.
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