Pues Canadá está de manteles largos celebrando que por tercera ocasión en su historia son anfitriones de los Juegos Olímpicos de Invierno. Tocó en esta ocasión a Vancouver el honor de recibir a cientos de atletas de las más variadas disciplinas invernales, y con ello a miles de turistas y millones de seguidores por televisión. Ni modo amigos Canadienses, en esta ocasión no recibirán tantas divisas de México como hubieran esperado. De no habernos impuesto esa engorrosa visa para visitar su hermoso y gélido país, ahí estaría la porra Mexicana congelándose, pero dejando sus dolaritos.
Pero el asunto del que quiero hablar hoy no es sobre la Olimpiada sino sobre temas menos publicitados, pero igualmente interesantes. En Diciembre pasado el Primer Ministro Stephen Harper se encontraba en medio de una tormenta política por supuestos maltratos de tropas Canadienses a prisioneros Afganos. Esto, además de los efectos de la crisis económica global en Canadá, creciente desempleo y malestar de la ciudadanía por el manejo de la política nacional tenían al Primer Ministro en el ojo del huracán.
Pues el 30 de Diciembre el Primer Ministro Harper utilizó todos los recursos legales que le permiten las leyes Canadienses y cerró el Parlamento para reabrirlo, en un principio, el 25 de Enero. Este tiempo, según las personas con las que consulté, daría la oportunidad al partido Conservador de reorganizarse y reagruparse para presentarse con nuevas propuestas de mejoras a la población a principios de este año. Pero las cosas no les salieron como esperaban. Antes del vencimiento del plazo marcado el 25 de Enero, Harper anunció que el Parlamente permanecería cerrado hasta que concluyeran las Olimpiadas, así que continuará cerrado hasta el 3 de Marzo.
Se me vienen dos ideas a la mente. Primero, qué comodino el tal Harper: cuando no le salen las cosas como quiere, a cerrar el Parlamento y tan tan. Pero por otro lado no puedo más que expresar un amargo sentimiento de envidia –de la mala, pues la buena no existe- ante el pueblo Canadiense que no tendrá que leer en la prensa, ni escuchar en la radio ni ver por la tele asunto alguno sobre sus legisladores y políticos.
Y después de enterarme de lo que pasó en Canadá, no me quedó más que imaginarme como en el anuncio: “ya me vi”. Dos meses sin diputados, ni senadores, ni políticos. Qué mejor regalo podríamos recibir los Mexicanos que dejar de presenciar las baratas tragicomedias de nuestros políticos. Imagínense no saber nada de Beltrones, ni de Creel, ni de los Chuchos, ni del Peje, ni de ningún político por dos meses. ¡Que cierren el Congreso y el Senado! Total, si en el peor de los casos no lo pudieran cerrar completamente solo le bastaría a cada partido conservar a seis diputados y senadores cada uno, y el país avanzaría al mismo ritmo que al que lo hace ahora con 500 y 128 respectivamente.
También que se vaya el Gober de vacaciones lo que le queda del sexenio, total, ya vimos que le gusta viajar y la verdad es que en el Estado no se nota mucho la diferencia de cuando está y cuando no, excepto porque el A.M. se vuelve aburrido en su ausencia.
No creo que unas vacaciones de estas –para nosotros sobretodo- pudieran ser trágicas para la Nación o el Estado. Tampoco creo que se generaría un vacío de poderes, pues tanto en lo federal, como en lo estatal, estamos en tierra de nadie, y si les queda duda, preguntémosle a cualquier juarense qué opina.
Total, se vale soñar. Lo cierto es que da coraje ver cómo unos se la pasan bien mientras otros estamos sufriendo. Les digo, envidio a los Canadienses.
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