jueves, 25 de agosto de 2011

Torreón: todo bien, no por planeación, sino por suerte.


Los recientes eventos de violencia cerca del estadio del Santos Laguna ponen de manifiesto, nuevamente, la falta de planeación que caracteriza a los eventos masivos en México.


He escuchado comentarios en la radio y he leído notas en la prensa de “expertos” que dicen que, a pesar del caos que reinaba, se actuó bien. Nada más falso. Lo que evitó muertes –no sólo por impacto de bala, sino por aplastamiento- no fue producto de una buena y orquestada planeación por parte de las autoridades y de los directivos del estadio. Fue el resultado de la buena suerte.


En primer lugar no existe, que yo sepa, un estudio detallado de amenazas, vulnerabilidades y consecuencias en ningún estadio de nuestro país. Tampoco tienen un documento hecho a la medida de cada estadio llamado “los primeros 20 minutos”, que se vuelve la biblia en situaciones como la que se vivió el sábado pasado.


Los primeros 20 minutos de una crisis son cruciales, pues de ellos depende controlar la crisis o que crezca y se salga de control. Los expertos en la materia consideran más importante en esos minutos cruciales identificar y controlar la amenaza o fuente de peligro, que rescatar vidas. Este argumento de entrada nos puede parecer ilógico, pues el discurso de autoridades a todo nivel y de los cuerpos de emergencias nos dicen que el principal objetivo en crisis de violencia es salvar vidas. Sin embargo, cuando hay un equipo bien entrenado y bien preparado para resolver crisis de la naturaleza del sábado 20 de Agosto en Torreón, la lógica es primero identificar y eliminar la amenaza, pues potencialmente podría costar más vidas el no anularla. Para ello se requieren expertos que sepan qué decir a la gente y en qué momento preciso, y cuerpos de seguridad que tengan protocolos claros de qué hacer en cada minuto de la crisis.


Si hubiesen existido protocolos claros y un sistema de comunicación eficaz, no se le hubiera permitido a las masas que ocuparan la cancha, en donde aparentemente se sentían más seguros. Ante la amenaza de disparos que no se sabía de dónde provenían, la decisión de brincar a la cancha hacía más vulnerables a quienes lo hicieron. La gente que se quedó en su lugar cubriéndose en el piso estaba más segura ante la amenaza de un posible francotirador, que quienes brincaron al pasto.


La clave para que los protocolos de seguridad en eventos masivos funcionen, es una y muy sencilla: coordinación inter-agencias. Tienen que haber muchas reuniones previas y muchos ensayos entre los cuerpos de Bomberos, Cruz Roja, Policías, Protección Civil, Tránsito, cuerpos de seguridad privados y la administración del inmueble, entre otras. En estas reuniones se define una cadena de mando vertical y todos obedecen a una solo voz.


El reto en México es que en una sociedad en la que no estamos acostumbrados a trabajar en equipo, podamos poner de acuerdo a jefes, directores y ejecutivos de diferentes instituciones, empresas y organizaciones, en qué es lo que se debe hacer ante una crisis en la que hay multitudes y balazos. Al día de hoy ni el Presidente Municipal de Torreón, ni Gobernación, ni la Federación Mexicana de Fútbol han dado explicaciones claras de qué pasó. Todo mundo se lava las manos. Ahora, como resultado de la coyuntura, parece que todo mundo quiere hacer algo sobre la seguridad de estadios y recintos de eventos masivos. Habrá qué ver cuánto tiempo dura el discurso, pues hasta ahora yo sólo he escuchado muchas palabras y muchos manotazos sobre las mesas, pero no he visto ningún compromiso.


pesquera@gmail.com